Estaba claro que su primera incursión en el adulterio no fue todo lo bien que pensaba. Sin embargo, no todo fue malo. Por lo menos pudo hacerlo. Era el primer paso. Los días siguientes Zoe se dio cuenta de que la ira la había dominado. Fue fácil mientras estaba cegada con la idea de la venganza, pero dudaba que pasado el tiempo y en frío, pudiese repetirlo.
Dos cosas la atormentaban. La primera era la relación con su marido. Pese a lo que le había hecho y seguía haciéndole, le constaba, no había pensado ni una sola vez en dejarle. Al principio pensó que se trataba de dependencia. Debía de ser en el plano afectivo, puesto que ella tenía su propio negocio, su propia independencia económica, e incluso un grupo reducido de amigos propios. Por una razón que no comprendía, después de tanto tiempo se sentía de alguna manera ligada a él. Zoe esperaba que solo fuera por el hecho de que alguien estaba al otro lado del teléfono cuando llamaba. De eso no podía quejarse.
El segundo tema era su propio placer. La relación con aquel chico no había sido muy placentera que digamos. Pero de vez en cuando, rememoraba aquellos momentos y se excitaba. El hecho en sí de la cacería, de conseguir a su presa y derrotarla, la ponían a cien. Tanto que se masturbó en varias ocasiones recordándolo.
Eso era desconcertante. Su interés en la venganza estaba dando un giro inesperado. Empezaba a pensar que no solo era importante alcanzar la meta, sino alcanzarla disfrutando. En adelante elegiría mejor.
La ocasión fue propicia muy pronto. Era esa clase de tipo por el que una mujer pierde la cabeza. Cuando su secretaría se lo presentó como un amigo de su marido que pasaba de vez en cuando por Castellón, la imaginación de Zoe se desbordó. Pensó que esa era una pieza que podía disfrutar cobrando. Y que pieza.
No era solo su físico, era como lo lucía. Alto, guapo, proporcionado, todo él debía de estar depilado por profesionales, la manicura perfecta, afeitado de hacía unos segundos y cutis suave y bronceado ligeramente. Cuando le dijo que por su trabajo podía estar interesado en el mercado inmobiliario y que podrían llegar a hacer negocios juntos, Zoe supo que era su oportunidad de estar a solas con él, sin interrupciones. Y le hizo pasar a su despacho.
- Bueno Jorge, ¿y a que te dedicas, que me pueda interesar tanto? – Zoe apoyo su trasero en la mesa y le indicó que se sentara en la silla frente a ella. El no lo hizo y permaneció frente a ella.
- Llevo auditorias para una inversora de Barcelona. Controlo a las filiales de la zona de levante y tanteo el mercado para posibles inversiones. – Contestó mientras se sentaba.
- Parece muy absorbente y aburrido.
- No creas, la mayor parte del tiempo lo paso haciendo turismo mientras consigo las citas necesarias para hacer mi trabajo.
- Bueno, pues parece aburrido.
- Hay muchas formas de pasar el hastío. – Sonrió pícaramente mientras lo decía.
- Y ¿que es lo que has visto en mi.. empresa, que te haya llamado la atención.
Zoe se recostó apoyando las manos sobre la mesa tras ella, asegurándose que el encaje de su lencería se marcara en el fino suéter.
- Siempre hay oportunidad de invertir en mi tiempo libre.
- Y nada mejor que los inmuebles. Son un valor seguro. – la última frase la pronunció muy despacio.
- No es la seguridad de la inversión lo que me motiva, sino gozar con ella. – Jorge se acercó hacia Zoe.
- Y crees que yo puedo ofrecerte esa posibilidad. – En ese momento, si las feromonas tuvieran aroma, tendrán que haber salido del despacho por el olor. Jorge estaba tan cerca que su fragancia despertaba instintos perdidos.
- La posibilidad si, pero conocer lo que puedo llegar a disfrutar con ella, se averigua con el tiempo. Se trata de probar y saber hasta donde se puede llegar con la inversión.
Se acerco a Zoe y paso sus brazos bajo los de ella, que había levantado la cara mostrando su cuello. El apenas si rozo todo su cuerpo haciendo que ella se estremeciera, mientras cogía algo de la mesa tras ella. Cuando se apartó, ella exhaló el aire que retenía desde hacia segundos.
- Tengo tu teléfono.- Le mostró la tarjeta que había recogido.- Tengo que irme pero vendré pronto. Ahora mismo no se si tu empresa puede darme lo que necesito. Deberías comprobar si tienes suficientes valores para arriesgar, por que las inversiones hay que cuidarlas y estar muy seguro de buscar todos los caminos que hay que recorrer para sacarles su jugo.
Jorge salio del despacho mostrándole una sonrisa antes de cerrar la puerta. Esa noche Zoe no pudo pegar ojo.
Fotografía: Dean Agar
Dos cosas la atormentaban. La primera era la relación con su marido. Pese a lo que le había hecho y seguía haciéndole, le constaba, no había pensado ni una sola vez en dejarle. Al principio pensó que se trataba de dependencia. Debía de ser en el plano afectivo, puesto que ella tenía su propio negocio, su propia independencia económica, e incluso un grupo reducido de amigos propios. Por una razón que no comprendía, después de tanto tiempo se sentía de alguna manera ligada a él. Zoe esperaba que solo fuera por el hecho de que alguien estaba al otro lado del teléfono cuando llamaba. De eso no podía quejarse.
El segundo tema era su propio placer. La relación con aquel chico no había sido muy placentera que digamos. Pero de vez en cuando, rememoraba aquellos momentos y se excitaba. El hecho en sí de la cacería, de conseguir a su presa y derrotarla, la ponían a cien. Tanto que se masturbó en varias ocasiones recordándolo.
Eso era desconcertante. Su interés en la venganza estaba dando un giro inesperado. Empezaba a pensar que no solo era importante alcanzar la meta, sino alcanzarla disfrutando. En adelante elegiría mejor.
La ocasión fue propicia muy pronto. Era esa clase de tipo por el que una mujer pierde la cabeza. Cuando su secretaría se lo presentó como un amigo de su marido que pasaba de vez en cuando por Castellón, la imaginación de Zoe se desbordó. Pensó que esa era una pieza que podía disfrutar cobrando. Y que pieza.
No era solo su físico, era como lo lucía. Alto, guapo, proporcionado, todo él debía de estar depilado por profesionales, la manicura perfecta, afeitado de hacía unos segundos y cutis suave y bronceado ligeramente. Cuando le dijo que por su trabajo podía estar interesado en el mercado inmobiliario y que podrían llegar a hacer negocios juntos, Zoe supo que era su oportunidad de estar a solas con él, sin interrupciones. Y le hizo pasar a su despacho.
- Bueno Jorge, ¿y a que te dedicas, que me pueda interesar tanto? – Zoe apoyo su trasero en la mesa y le indicó que se sentara en la silla frente a ella. El no lo hizo y permaneció frente a ella.
- Llevo auditorias para una inversora de Barcelona. Controlo a las filiales de la zona de levante y tanteo el mercado para posibles inversiones. – Contestó mientras se sentaba.
- Parece muy absorbente y aburrido.
- No creas, la mayor parte del tiempo lo paso haciendo turismo mientras consigo las citas necesarias para hacer mi trabajo.
- Bueno, pues parece aburrido.
- Hay muchas formas de pasar el hastío. – Sonrió pícaramente mientras lo decía.
- Y ¿que es lo que has visto en mi.. empresa, que te haya llamado la atención.
Zoe se recostó apoyando las manos sobre la mesa tras ella, asegurándose que el encaje de su lencería se marcara en el fino suéter.
- Siempre hay oportunidad de invertir en mi tiempo libre.
- Y nada mejor que los inmuebles. Son un valor seguro. – la última frase la pronunció muy despacio.
- No es la seguridad de la inversión lo que me motiva, sino gozar con ella. – Jorge se acercó hacia Zoe.
- Y crees que yo puedo ofrecerte esa posibilidad. – En ese momento, si las feromonas tuvieran aroma, tendrán que haber salido del despacho por el olor. Jorge estaba tan cerca que su fragancia despertaba instintos perdidos.
- La posibilidad si, pero conocer lo que puedo llegar a disfrutar con ella, se averigua con el tiempo. Se trata de probar y saber hasta donde se puede llegar con la inversión.
Se acerco a Zoe y paso sus brazos bajo los de ella, que había levantado la cara mostrando su cuello. El apenas si rozo todo su cuerpo haciendo que ella se estremeciera, mientras cogía algo de la mesa tras ella. Cuando se apartó, ella exhaló el aire que retenía desde hacia segundos.
- Tengo tu teléfono.- Le mostró la tarjeta que había recogido.- Tengo que irme pero vendré pronto. Ahora mismo no se si tu empresa puede darme lo que necesito. Deberías comprobar si tienes suficientes valores para arriesgar, por que las inversiones hay que cuidarlas y estar muy seguro de buscar todos los caminos que hay que recorrer para sacarles su jugo.
Jorge salio del despacho mostrándole una sonrisa antes de cerrar la puerta. Esa noche Zoe no pudo pegar ojo.
Fotografía: Dean Agar
P.D.: Muchas gracias a S.C.C., por su inestimable ayuda.
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