Pasaron un par de semanas antes de tener noticias de Jorge. Una llamada breve y quedaron en una terraza del centro para tomar café. Cuando Zoe llegó, él se levantó y le dio dos besos en las mejillas. Parecía muy distante, como si ella fuera un negocio, pero estaba arrebatador. Vestía con traje pese a que el calor comenzaba a notarse. Sus maneras eran suaves pero seguras. Solo la forma de señalarle asiento para que se sentara, rozándola suavemente al apartarle la silla, hizo que se le pusiera la carne de gallina.
-¿Por qué has venido?- Le pregunto él.
- Estos días he estado pensando en lo de buscar todos los caminos posibles para disfrutar en lo que quiero hacer. – Zoe se ruborizaba hablando.- No solo creo que puedo hacerlo, si no que lo necesito. He estado tan conformista que creo que me he perdido lo mejor.
- Si empiezas a jugar ya no habrá marcha atrás. – Jorge se quitó las gafas de sol.- Cuando comienzas en este juego debes recorrer todo el camino.
- Eso siempre lo decidiré yo. – Zoe no quería que la situación se le escapara de las manos. –Realmente veo muchas promesas pero no se si esto cubrirá mis expectativas.
- Tampoco yo. Por eso tendremos que hacer una prueba, no te parece.- Jorge pagó la cuenta y la animo a acompañarla.– Tengo el coche en el aparcamiento de la plaza.
Cuando intento acompañarla con la mano para ayudarla a levantarse, Zoe saludo a alguien que pasaba por el otro lado de la plaza y esquivó el roce con Jorge.
- ¿No estas segura?
- De hacerlo si, de tener que pregonarlo a los cuatro vientos en esta ciudad, no.
- Eso habrá que remediarlo. No me interesa crearte problemas, más bien al contrario. Pero no puedes estar pensando en otras cosas si quieres que todo vaya bien.
Pagaron el ticket del aparcamiento y subieron en su coche. El pasó su brazo por la espalda de Zoe y con un hábil movimiento desabrochó su sujetador. Ella intento protestar pero le puso un dedo en la boca. Abrió tres botones de la blusa y puso su mano dentro. En su camino tocó suavemente el pecho. Con un preciso movimiento estiró el tirante y lo llevo hasta la manga, pasándolo por la mano y devolviéndolo hacia el hombro. Repitió la operación con el otro lado, sacando el sujetador después. Con la blusa separada, los senos de Zoe estaban desnudos y turgentes. Jorge volvió a pasarle los botones, mientras ella respiraba profundamente. Le puso una mano en cada muslo y subió hasta las caderas llevándose tras de si la falda. Asió las bragas y las deslizó hasta las rodillas. Frente a la cara asustada de Zoe, aparecía la de serenidad de él. Cuando bajó la lencería a los pies, la cara de Jorge se apoyó entre los muslos de ella. Primero inspiró el aroma de su intranquilo sexo. Después exhaló una larga bocanada de aire que hizo que Zoe se estremeciera. Puso la falda a medio muslo y arranco el coche.
Fueron a la playa. Bajaron cerca del aeródromo y caminaron por el paseo. Se sentaron muy juntos en un banco cerca de un entrador a la arena, junto a la salida de un canal. Jorge la abrazó y posó su cara sobre la de Zoe, obligándola a cerrar los ojos. Tenía su boca tan cerca de su oído, que cada leve susurro retronaba dentro de su cabeza.
- Antes de seguir un camino debes saber hacia adonde vas.
Fotografía: cannelle
Le levantó la pierna y la colocó sobre la suya. La falda, parte de un traje, era ajustada y se retiró hasta el límite. Desde el paseo y a pesar de tener la luz de cara, apenas si se distinguía el cuidado pubis. Menos todavía cuando él le puso la mano entre los muslos, y suavemente comenzó a pasearla repetidamente de rodilla a ingles. Zoe intentó reaccionar, pero se encontraba extasiada. Al principio, la curiosidad le permitió dejarse llevar hasta aquel lugar. La indiferencia con la que le fue tratada hasta que él dio con el lugar que consideró idóneo, la había aturdido. La seguridad con que la manejaba, estaba excitándola. Ahora, se encontraba pensando que su sexo estaba siendo admirado por todos los paseantes, patinadores o ciclistas que disfrutaban de aquella soleada tarde. Sin embargo no le desagradaba.
- Saber a donde quieres ir, solo puedes decidirlo tú. – Esa voz la trasladaba a otro lugar, a otra época.
Su mano rozó el vello de su entrepierna. Sus muslos estaban más separados de lo que podía imaginarse con aquella falda. Apenas acarició un par de veces arriba y abajo y su dedo entró suavemente. Zoe notó como lo apoyaba en la parte superior de su vagina y apretaba. Se le puso la carne de gallina y suspiró. Jorge comenzó a masajear aquella zona. Suavemente al principio, pero a medida que la respiración de Zoe aceleraba, el más apretaba. Un terrible escalofrío recorrió todo su cuerpo. Ya no sabía donde se encontraba.
- Para ser tú misma, no debe importarte lo que te rodea.
El clímax estaba a punto. Todo su cuerpo se estaba poniendo rígido y creía que gritaría cuando llegará el momento. Pero él paró inesperadamente y se separó de ella para ponerse de pié.
-¿Te importa lo que te rodea?
Jorge le tendió la mano y Zoe miró alrededor. Nadie estaba parado frente a ellos observándoles, ni en las cercanías. Estaban solos en aquel paseo. Se levantó y se dejo guiar por él. Caminaron por las rocas de la salida del canal hasta la caseta que gobernaba las compuertas. Al fondo, a línea de playa, un par de pescadores miraban distraídos sus cañas mientras charlaban.
- A lo mejor, a lo que te rodea no le importas tú.
Mientras iban llegaban a la caseta Jorge le iba desbrochando los botones de la blusa, hasta que sus pezones alternaban el aire con la tela. Ella seguía muy excitada, y a medida que el acariciaba sus senos al aire, la sensación de placer aumentaba. Cuando llegaron a la caseta se situaron en la parte posterior, mostrando los pechos desafiantes hacia el mar. Los pescadores que se encontraban a unas decenas de metros, podían distinguir perfectamente la escena. Les observaron y se pusieron a hablar de nuevo.
- Vamos a averiguarlo.
Jorge le levanto con las dos manos la falda hasta la cadera, dejando a Zoe desnuda de cintura para abajo. Notó como las manos le masajeaban indistintamente los pechos y el sexo. Se encontraba extasiada y excitada. Vio como los pescadores miraban de reojo, casi con vergüenza. No les importaban y se dio cuenta, de que a ella tampoco. Solo le quería sentir el placer que le producían sus manos, solo quería dejarse hacer. Jorge le dio la vuelta y le agachó la cabeza hasta que tuvo que apoyarse en la pared de la caseta para no caer. Su culo en pompa, mostraba su humedecido sexo a los cuatros vientos. Especialmente a los pescadores que ahora, si miraban atónitos el espectáculo. Los dedos de Jorge se introducían y masajeaban zonas de su interior que creia inexploradas, produciendo una sensación indescriptible a cada movimiento. Ahora ella quería disfrutar tanto si le gustaba al resto del mundo o no.
De repente notó como un pene duro y poderoso se introducía profundamente y salía con la misma velocidad ala que había entrado, dejando temblando sus piernas y mientras la brisa marina recorriera su culo. De nuevo entró y volvió a salir. Y repitió varias veces hasta que no pudo más y una de las entradas le cogió la pierna, apretándole contra ella para correrse. Entonces comenzó él a moverse dentro de ella, sin darle un respiro. Había notado como las piernas de Zoe se habían estremecido y casi se vienen abajo en pleno goce. A principio fue despacio hasta que ella recuperó la respiración. Poco a poco fue aumentando el ritmo hasta que ambos comenzaron a jadear. Cuando notó que ella estaba a punto, le giró la cabeza mientras ambos llegaban a un salvaje climax, para que observará alrededor. Los pescadores miraban como si viesen un documental de televisión. Cuando dejaron de jadear e intentaron reconponerse, los dos hombres se dieron la vuelta hacia las cañas y siguieron charlando.
Zoe no sabía si los pescadores habían disfrutado con aquello. Pero ella, si lo había hecho.
HELLOOOOOOOOOOOOOO.......... NO SABES QUIEN SOY
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